martes, 22 de julio de 2014

El teatro griego: orígenes

 
Había una antigua forma de danza coral, con hombres disfrazados de animales, con la idea de asemejarse a las divinidades y asimilar algo de su poder. Cuando la religión de Dionisos, el dios de las vides, invadió Grecia hacia el siglo VIII-VII AC, muchas de esas danzas se incorporaron a su culto. 
Los disfraces de chivos representaban el espíritu de los bosques y la vida silvestre. Por eso hay una relación entre la actividad religiosa (culto a Dionisos) y la dramática. Los ritos dionisíacos absorbieron otros de una antigüedad inmemorial. Así, los cultos miméticos de renovación se daban al comienzo de la primavera, y esa renovación se daba por medio de la magia con festividades anuales que los atenienses rendían a Dionisos, que ocupaba un papel importante en la religión griega por estar relacionado con la fecundidad. Se diferenciaba de la religión olímpica, que tiene como centro a Apolo y al oráculo de Delphos. Dionisos es un dios antiguo; su nombre aparece en restos micénicos.
El ditirambo, o canto a Dionisos, pasó de ser una canción improvisada a ser un verdadero himno coral con música y acción mímica. Con el tiempo, el elemento dramático fue desarrollándose y el director del coro se convirtió en personaje que dialogaba en canciones con el resto del coro.
Los primeros ditirambos literarios se atribuyen al poeta Arión, en Corinto alrededor de 620 AC; había organizado ritos en suerte de coro dramático; compuso ditirambos probablemente de tema narrativo para coro de sátiros; aparecieron los coreutas como elemento frecuente que acompañaba a Dionisos y sí sorprende el disfraz de machos cabríos. Por eso se dice que Arión de Metimna fue inventor de la tragedia.
Se pasó del culto dionisíaco al culto de los héroes; a principios del Siglo VI, en Sición, el tirano Clístenes introdujo innovaciones; adaptó el culto de Dionisos a los coros tradicionalmente consagrados a Adrasto, el héroe local. Se desplazó con el culto de los héroes, cuyos padecimientos se cantaban.
En la segunda mitad del siglo VI, la gente ateniense comenzó a madurar. Se encontraban bajo príncipes ilustrados que protegían las artes y hospedaban a poetas eminentes de otras tierras. El primero fue Pisístrato, ("týrannos, týrannou, hó"), con las recitaciones anuales de los poemas homéricos.

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